¿Qué me pasa? ¿Por qué me empeño en echarlo todo a perder? Es algo extraño.
Sé lo que quiero, siempre lo he sabido. Sé qué puerta debo abrir, dónde está y cómo hacerlo, pero en vez de actuar, permanezco inmutable ante sus narices, esperando que, por alguna razón, se abra sola.
Si es la puerta correcta, ¿por qué iba a yo a tener que buscarla?, ¿por qué iba yo a tener que abrirla? Se supone que el destino está escrito, que sea lo que sea lo que nos depare el futuro, vendrá a nosotros, ¿no?
Pues NO, empiezo a darme cuenta que eso es sólo un cuento chino, un engañabobos, una mera estratagema de consolación para aquellos impasibles que no hacen NADA.
Me he cansado de esperar, pero el problema es que no sé hacer otra cosa. Mi cabeza se empeña en ponerle cerraduras a la puerta, cerraduras cada vez más difíciles de romper y ya no encuentro alicates lo suficientemente fuertes.
Caigo una y otra vez, sin remedio. Y cuando consigo destrozar la cerradura y me decido a abrir la puerta, ¿qué encuentro? Vacío, simple y desolador vacío.
Demasiado tarde, se acabó el tiempo, debes buscar otra puerta, ésta ya no lleva a ningún lado.
Nos han jodido, toca empezar de nuevo... Pues, ¿sabéis qué? ¡Que le JODAN a la puerta! Me niego a pasarme la vida rompiendo cerraduras para luego no encontrar nada detrás simplemente por llegar tarde. Mañana mismo me bajo a una ferretería y me compro un martillo, unos alicates o... ¿yo qué sé?, algo bestia para mi caja de herramientas mental.
Cerraduras, temblad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario