Tengo la sensación de que debo dejarme llevar, dejar que las cosas ocurran por sí solas. No avanzar acontecimientos, ni vivir en otro momento que no sea ahora. Paso demasiado tiempo pensando.
Dibujo en papel el paisaje por el que quiero caminar con todo lujo de detalles. Me esmero con cada color y con cada textura. No dejo ningún solo hueco en blanco e intento hacer mi obra de estilo hiperrealista, pero la realidad es que, mientras tanto, me estoy perdiendo el paisaje que atravieso y no hay nada comparable a eso.
Un dibujo nunca será igual a la realidad. Por muy bien hecho que esté, seguirá siendo un mero papel y los papeles no huelen, no nos sorprenden, no nos traen alegrías, ni tristezas. No nos enamoran, ni nos hacen sufrir. Los papeles no nos pisan, ni nos hacen volar. No lloran, ni nos abrazan, ni nos enloquecen, ni nos hacen bailar. Un papel nunca podrá decirte lo maravillosa que eres o cuánto te echa de menos, al igual que tampoco podrá hacerte daño diciéndote lo mucho que te odia.
Lo malo es que la realidad es siempre mejor, pero no siempre más bonita.
Por eso me paso tanto tiempo pintando, entrelazando realidad y ficción como un escritor con su obra. Es vivir tras un cristal, una vitrina que te permite ver pero no tocar. Vivir una segura vida a base de pintura, de manera que puedas cambiar la realidad a tu antojo, pero sabiendo que los cambios serán sólo sobre papel.
Dicen que quien juega con fuego se quema y yo tengo miedo a lastimarme.
Sé que debería dejar los pinceles, pero es más fácil dibujar una casa que construirla, pintar un amor que encontrarlo, trazar las líneas de la vida que vivir sus subidas y bajadas.
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Las espigadoras - Millet |
Es gracioso, pero pretendía hablar de sumegirse en el río y dejarse llevar, no de pintarlo con los colores del verano para no pasar frío e impedirte acabar mojado.
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