No quiero que todo vuelva a empezar, de verdad que no, pero no sé cómo pararlo.
Dicen que soy tremendamente tranquila, que no hay nada que me derrumbe ni que me preocupe hasta el punto de decir basta. Que nunca me pongo nerviosa y que sé afrontar todo lo malo que viene. Que estoy completamente segura de mí misma, que nada me estresa y que veo la vida de color rosa...
Pues ¿sabéis una cosa?, es todo mentira. Soy una estupenda actriz haciendo el papel de mi vida.
Me engaño a mí misma y lo encierro bajo, en lo más profundo, en un búnker de alta seguridad. Lo guardo bajo llave, para que no salga, y muestro una de mis mejores sonrisas, una carcajada quizá.
Una tras otra, voy metiendo todas las cosas que me inquietan en vez de darles solución. Son insignificantes, pienso, no importa, pero el búnker tiene una determinada capacidad, una limitada capacidad, y todo acaba saliendo antes o después, de una forma u otra.
Lo peor es que soy consciente. Sé perfectamente que la basura se acumula en un rincón, pero aún así, sigo llenando la habitación, día a día, minuto tras minuto. Empiezo a notar un desagradable olor, pronto tendré que deshacerme de todo, pero no sé cómo. No sé cómo cambiar, a fin de cuentas, eso es lo que soy, la despreocupada, alocada y siempre alegre chica, y la realidad es que no quiero cambiarlo, aunque eso suponga construir un búnker más grande...
viernes, 23 de septiembre de 2011
martes, 20 de septiembre de 2011
Asesinando a mi Millet interior
Es raro, pero hoy me apetece escribir y me apetece hacerlo sobre algo en concreto.
Tengo la sensación de que debo dejarme llevar, dejar que las cosas ocurran por sí solas. No avanzar acontecimientos, ni vivir en otro momento que no sea ahora. Paso demasiado tiempo pensando.
Dibujo en papel el paisaje por el que quiero caminar con todo lujo de detalles. Me esmero con cada color y con cada textura. No dejo ningún solo hueco en blanco e intento hacer mi obra de estilo hiperrealista, pero la realidad es que, mientras tanto, me estoy perdiendo el paisaje que atravieso y no hay nada comparable a eso.
Un dibujo nunca será igual a la realidad. Por muy bien hecho que esté, seguirá siendo un mero papel y los papeles no huelen, no nos sorprenden, no nos traen alegrías, ni tristezas. No nos enamoran, ni nos hacen sufrir. Los papeles no nos pisan, ni nos hacen volar. No lloran, ni nos abrazan, ni nos enloquecen, ni nos hacen bailar. Un papel nunca podrá decirte lo maravillosa que eres o cuánto te echa de menos, al igual que tampoco podrá hacerte daño diciéndote lo mucho que te odia.
Lo malo es que la realidad es siempre mejor, pero no siempre más bonita.
Por eso me paso tanto tiempo pintando, entrelazando realidad y ficción como un escritor con su obra. Es vivir tras un cristal, una vitrina que te permite ver pero no tocar. Vivir una segura vida a base de pintura, de manera que puedas cambiar la realidad a tu antojo, pero sabiendo que los cambios serán sólo sobre papel.
Dicen que quien juega con fuego se quema y yo tengo miedo a lastimarme.
Sé que debería dejar los pinceles, pero es más fácil dibujar una casa que construirla, pintar un amor que encontrarlo, trazar las líneas de la vida que vivir sus subidas y bajadas.
Es gracioso, pero pretendía hablar de sumegirse en el río y dejarse llevar, no de pintarlo con los colores del verano para no pasar frío e impedirte acabar mojado.
Tengo la sensación de que debo dejarme llevar, dejar que las cosas ocurran por sí solas. No avanzar acontecimientos, ni vivir en otro momento que no sea ahora. Paso demasiado tiempo pensando.
Dibujo en papel el paisaje por el que quiero caminar con todo lujo de detalles. Me esmero con cada color y con cada textura. No dejo ningún solo hueco en blanco e intento hacer mi obra de estilo hiperrealista, pero la realidad es que, mientras tanto, me estoy perdiendo el paisaje que atravieso y no hay nada comparable a eso.
Un dibujo nunca será igual a la realidad. Por muy bien hecho que esté, seguirá siendo un mero papel y los papeles no huelen, no nos sorprenden, no nos traen alegrías, ni tristezas. No nos enamoran, ni nos hacen sufrir. Los papeles no nos pisan, ni nos hacen volar. No lloran, ni nos abrazan, ni nos enloquecen, ni nos hacen bailar. Un papel nunca podrá decirte lo maravillosa que eres o cuánto te echa de menos, al igual que tampoco podrá hacerte daño diciéndote lo mucho que te odia.
Lo malo es que la realidad es siempre mejor, pero no siempre más bonita.
Por eso me paso tanto tiempo pintando, entrelazando realidad y ficción como un escritor con su obra. Es vivir tras un cristal, una vitrina que te permite ver pero no tocar. Vivir una segura vida a base de pintura, de manera que puedas cambiar la realidad a tu antojo, pero sabiendo que los cambios serán sólo sobre papel.
Dicen que quien juega con fuego se quema y yo tengo miedo a lastimarme.
Sé que debería dejar los pinceles, pero es más fácil dibujar una casa que construirla, pintar un amor que encontrarlo, trazar las líneas de la vida que vivir sus subidas y bajadas.
![]() |
Las espigadoras - Millet |
Es gracioso, pero pretendía hablar de sumegirse en el río y dejarse llevar, no de pintarlo con los colores del verano para no pasar frío e impedirte acabar mojado.
domingo, 11 de septiembre de 2011
Ensordeciendo
Odio necesitar escribir. Lo odio y a la vez me encanta.
Me encanta dejarme llevar, necesitar poner mis dedos sobre las teclas para expresar lo que siento.
Nunca se me han dado bien las palabras. Ni las palabras, ni los gestos. Por eso escribo.
Me ayuda a poner en orden mi cabeza, a entender el constante ruido que generan las idas y venidas de mis ideas. Son hiperactivas y así no hay quien se aclare.
Por el momento, sé que vuelvo a analizarlo todo y es asfixiante. Me agota darle tanta importancia a cualquier pequeño detalle. Cada acción se mete en mi cabeza, alistándose en uno u otro bando para contradecirse en una batalla que aún espera vencedor. Lo peor es que cada lado está mejorando su artillería y hacen cada vez más ruido. Ya no me dejan pensar y me estoy volviendo loca.
Si pudiera solamente conseguir unos tapones que acallaran la jauría o un tratado de paz que dejara la pelea a medias y declarara el empate técnico a falta de un detalle esclarecedor, una acción invencible que se alistara en uno de los bandos llevándole a la victoria final...
Por el momento, me conformo con un poco de música ensordecedora, dicen que si no puedes vencer a tu enemigo, únete a él. Eso es lo que voy a hacer yo, sino me quedo sorda antes.
Me encanta dejarme llevar, necesitar poner mis dedos sobre las teclas para expresar lo que siento.
Nunca se me han dado bien las palabras. Ni las palabras, ni los gestos. Por eso escribo.
Me ayuda a poner en orden mi cabeza, a entender el constante ruido que generan las idas y venidas de mis ideas. Son hiperactivas y así no hay quien se aclare.
Por el momento, sé que vuelvo a analizarlo todo y es asfixiante. Me agota darle tanta importancia a cualquier pequeño detalle. Cada acción se mete en mi cabeza, alistándose en uno u otro bando para contradecirse en una batalla que aún espera vencedor. Lo peor es que cada lado está mejorando su artillería y hacen cada vez más ruido. Ya no me dejan pensar y me estoy volviendo loca.
Si pudiera solamente conseguir unos tapones que acallaran la jauría o un tratado de paz que dejara la pelea a medias y declarara el empate técnico a falta de un detalle esclarecedor, una acción invencible que se alistara en uno de los bandos llevándole a la victoria final...
Por el momento, me conformo con un poco de música ensordecedora, dicen que si no puedes vencer a tu enemigo, únete a él. Eso es lo que voy a hacer yo, sino me quedo sorda antes.
jueves, 8 de septiembre de 2011
Caja de herramientas
¿Qué me pasa? ¿Por qué me empeño en echarlo todo a perder? Es algo extraño.
Sé lo que quiero, siempre lo he sabido. Sé qué puerta debo abrir, dónde está y cómo hacerlo, pero en vez de actuar, permanezco inmutable ante sus narices, esperando que, por alguna razón, se abra sola.
Si es la puerta correcta, ¿por qué iba a yo a tener que buscarla?, ¿por qué iba yo a tener que abrirla? Se supone que el destino está escrito, que sea lo que sea lo que nos depare el futuro, vendrá a nosotros, ¿no?
Pues NO, empiezo a darme cuenta que eso es sólo un cuento chino, un engañabobos, una mera estratagema de consolación para aquellos impasibles que no hacen NADA.
Me he cansado de esperar, pero el problema es que no sé hacer otra cosa. Mi cabeza se empeña en ponerle cerraduras a la puerta, cerraduras cada vez más difíciles de romper y ya no encuentro alicates lo suficientemente fuertes.
Caigo una y otra vez, sin remedio. Y cuando consigo destrozar la cerradura y me decido a abrir la puerta, ¿qué encuentro? Vacío, simple y desolador vacío.
Demasiado tarde, se acabó el tiempo, debes buscar otra puerta, ésta ya no lleva a ningún lado.
Nos han jodido, toca empezar de nuevo... Pues, ¿sabéis qué? ¡Que le JODAN a la puerta! Me niego a pasarme la vida rompiendo cerraduras para luego no encontrar nada detrás simplemente por llegar tarde. Mañana mismo me bajo a una ferretería y me compro un martillo, unos alicates o... ¿yo qué sé?, algo bestia para mi caja de herramientas mental.
Cerraduras, temblad.
Sé lo que quiero, siempre lo he sabido. Sé qué puerta debo abrir, dónde está y cómo hacerlo, pero en vez de actuar, permanezco inmutable ante sus narices, esperando que, por alguna razón, se abra sola.
Si es la puerta correcta, ¿por qué iba a yo a tener que buscarla?, ¿por qué iba yo a tener que abrirla? Se supone que el destino está escrito, que sea lo que sea lo que nos depare el futuro, vendrá a nosotros, ¿no?
Pues NO, empiezo a darme cuenta que eso es sólo un cuento chino, un engañabobos, una mera estratagema de consolación para aquellos impasibles que no hacen NADA.
Me he cansado de esperar, pero el problema es que no sé hacer otra cosa. Mi cabeza se empeña en ponerle cerraduras a la puerta, cerraduras cada vez más difíciles de romper y ya no encuentro alicates lo suficientemente fuertes.
Caigo una y otra vez, sin remedio. Y cuando consigo destrozar la cerradura y me decido a abrir la puerta, ¿qué encuentro? Vacío, simple y desolador vacío.
Demasiado tarde, se acabó el tiempo, debes buscar otra puerta, ésta ya no lleva a ningún lado.
Nos han jodido, toca empezar de nuevo... Pues, ¿sabéis qué? ¡Que le JODAN a la puerta! Me niego a pasarme la vida rompiendo cerraduras para luego no encontrar nada detrás simplemente por llegar tarde. Mañana mismo me bajo a una ferretería y me compro un martillo, unos alicates o... ¿yo qué sé?, algo bestia para mi caja de herramientas mental.
Cerraduras, temblad.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)