Demasiadas cosas en mi cabeza, tantas que ni siquiera tengo tiempo a pararme a pensar en cada una de ellas. Se me amontonan en mi subconsciente quitándome la energía y el espacio donde albergar lo bueno. En parte así es mejor, es mejor no analizar cada problema, cada situación, pero aún así, siento que me desborda. Siento que mi mundo da vueltas a pesar de que intente arreglarlo.
No basta con apuntalar y echar un poco de pegamento para pegar los trozos. Tarde o temprano acaban cediendo, el viento encuentra un hueco, un momento de debilidad y con su fuerza entra y lo derrumba todo.
No me gustan esos momentos. No me gusta sentirme débil, sentir que nada tiene sentido, que pierdo mi vida segundo a segundo.
¿Sabes qué es lo peor? Que no me atrevo a ponerle solución. Soy una cobarde. Prefiero gastar cada minuto de mi tiempo en mil y un compromiso para no poder pensar, no poder analizar. Me dejo llevar y lo único que hago es empeorar mi situación.
Ahora no sólo tengo 1 cosa en la que centrar mi atención, sino 10 y así sólo consigo estar continuamente en tensión, nerviosa y estresada y no me gusta. Quiero que vuelva la chica alegre y desenfadada, la chica que no se rinde y que lucha hasta el final. Que no se agobia por nada y que vive la vida sin importar lo demás.
Espera!, eso significaría volver a encerrarlo todo. Mierda!, otra vez no! Necesito a alguien mejor, alguien que limpie la suciedad y que deje transpirar. Necesito a una nueva yo.
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